El término fue acuñado por el psicólogo Corneliu Giurgea en 1972, a partir de las palabras griegas “nous” (mente) y “tropein” (cambiar). También conocidos como “drogas inteligentes”, mejoran diversas funciones cognitivas, tales como memoria, enfoque, creatividad y estado de ánimo en individuos sanos.
Estudiando cómo los nutrientes afectan la expresión de los genes, la nutrigenómica pone el foco en la influencia de la dieta en los procesos biológicos a nivel molecular y celular, cambiando la forma en que los genes se expresan y, por lo tanto, afectando la salud del individuo.
Dado que ciertos nutrientes pueden activar o desactivar genes específicos involucrados en procesos como el metabolismo o la inflamación, esta disciplina emergente estudia cómo las dietas personalizadas, basadas en la genética individual, podrían prevenir enfermedades o mejorar el bienestar.
Aunque presentan un enorme potencial terapéutico, el uso clínico de estos compuestos alimentarios no digeribles debe ser personalizado, teniendo en cuenta la respuesta individual y los factores específicos del paciente.
Estos microorganismos, generalmente bacterias o levaduras, pueden modificar la microbiota intestinal y mejorar diversos aspectos fisiológicos, especialmente en el ámbito gastrointestinal, inmunológico y metabólico.
Entendida como una modalidad terapéutica que busca modificar la expresión génica en células o tejidos con el objetivo de tratar o prevenir enfermedades, esta disciplina emergente se basa en la transferencia de material genético exógeno (ADN o ARN) a células específicas.
